Desde la trágica muerte de la artista antes de los Grammys de este año, las teorías sobre las posibles causas de su muerte han ido de boca en boca, pero la autopsia ha confirmado algunas de esas teorías.
El informe forense reveló que Whitney sufrió un paro cardíaco por la mezcla de drogas y alcohol y que por eso se ahogó en la bañera de su hotel. Estas noticias previsibles para unos y trágicas para los que creían que se había salido del terrible mundo de las drogas fueron hechas públicas el viernes en Los Ángeles.
La autopsia también ha revelado que la cantante consumió cocaína la noche que falleció junto a marihuana entre otras drogas y se unió a un trastorno cardiovascular que padecía y ayudó a que se le paralizara el corazón y sumergiéndose en la bañera en la que fue encontrada.
Un final triste y no merecido para una artista como ella; sin duda.
La muerte de W.H. es una más en la larguísima lista de figuras de la música que han caído a causa de las drogas. Habría que preguntarse a qué se debe esta asociación tan frecuente entre pertenecer a ese mundo y sucumbir al consumo. En parte puede deberse a que en esos ambientes las drogas son vividas como una especie de marca de elitismo, de ser cool, de estar por encima de los mortales. Pero también son o terminan siendo una manera de sobrevivir a un ritmo implacable, donde hay que tener éxito continuo y una vitalidad que no es normal. El consuelo ante el fracaso, la seguridad ante la incertidumbre o el vigor necesario para vivir en ese mundo lo dan las drogas.
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